SALA DE ARTE DE ASIA ANTERIOR Aymée Chicuri Lastra En la región de Asia Anterior, verdadera encrucijada de pueblos, se desarrolló una de las más sobresalientes culturas de la antigüedad, notable por el comercio, la escritura y la vida urbana. Al igual que la egipcia, esta civilización dependió de las condiciones beneficiosas para el cultivo generadas por los aluviones de los ríos Tigris y Éufrates. A partir de este criterio y de la reciente adquisición de un pequeño lote de piezas procedentes de la Academia de Ciencias de Cuba, hemos decidido incluir una exposición permanente de arte de Asia Anterior en nuestra institución. Esta pequeña sala incluye exponentes de diversos períodos de Mesopotamia, Fenicia y de la región de los Partos. Entre ellos hay conos y tablillas con escritura cuneiforme, estatuillas de portadores de ofrendas, lámparas, una escultura de león, una cabeza femenina, un hacha, un anillo y un proyectil de onda. La gran mayoría está realizada en arcilla; otras en bronce y una sola confeccionada en piedra caliza. Excepto dos magníficas vasijas cerámicas de gran tamaño provenientes de la colección del Conde de Lagunillas, el resto son objetos de pequeñas dimensiones. Asia Anterior se localiza al norte de la provincia arábica, entre los mares Mediterráneo, Negro y Caspio, y el Golfo Pérsico, dividida por los ríos Éufrates y Tigris. La región central “entre ríos” se denomina Mesopotamia y está rodeada por regiones montañosas que terminan en las mesetas de Armenia e Irán. Los primeros asentamientos en el período mesolítico se pueden situar en casi 10 000 años de antigüedad en zonas de Iraq, Siria y Palestina. En los milenios VIII y VII a.n.e. se comenzaron a desarrollar una importante industria lítica y un amplio ajuar de huesos, madera y barro que permite el inicio del cultivo de las tierras fértiles aluviales, dando paso al estadío neolítico. De esa época son los siguientes asentamientos: Sakshe- Gosu, en Siria; Jericó, en Palestina; Tell- Shemshar, Dzharmo, Hassuna y Nínive, en el norte de Mesopotamia; As Saván, y el Telul- et- Talatat, al centro; Eredu, al sur; Tepe- Sialk, Tell- i- Bakun, Tepe-Sohrab y Tepe- Gurán, en el territorio iraní. Hacia el IV milenio a.n.e. floreció una cultura muy semejante a la del antiguo Egipto sobre la base de los primeros poblados antes mencionados. En este período se destacó la cultura de tipo Ubaid, descubierta en Mesopotamia del Sur, y comenzó a gestarse sobre el 3000 a.n.e. la cultura Sumeria donde se originó la escritura cuneiforme. Hacia el siglo XXIV a.n.e en el litoral mediterráneo se asentaron los fenicios, un pueblo de origen semítico. Allí establecieron ciudades esencialmente marítimas, desde donde partían expe-diciones comerciales que fundaron im-portantes colonias hasta en la costa atlántica de la Península Ibérica, entre los siglos VII y VI a.n.e. La historia de Fenicia en la Antigüedad refleja múltiples alianzas e invasiones de egipcios, mesopotámicos y asirios hasta llegar a la ocupación romana. Al este del río Tigris y el sur de Hircania estaba el pueblo Escita de los Partos. Sus pobladores fundaron hacia el 250 a.n.e. un poderoso imperio que se apoderó de la capital de los Seléucidas y no pudo ser vencido por las legiones romanas en-viadas por Trajano. Después del año 226 d. n. e. se unió al imperio Persa Sasánida. Para realizar una correcta valoración del arte en la región de Mesopotamia debe tenerse en cuenta la escasez de materiales disponibles. Debido a la ausencia de bosques cercanos casi no se reportan obras en madera. Sin embargo, se utilizaba en elementos arquitectónicos en las viviendas de las personas pudientes. La piedra tampoco era muy común en la zona, por lo que solo existen algunas esculturas exentas y bajorrelieves. Las materias primas de mayor utilización fueron el metal y el barro. El primero se utilizó en la elaboración de armas y joyas mientras que el segundo aparece en casi todo tipo de manifestación por su gran abundancia en el territorio de “entre ríos”. Las propias construcciones se realizaban con barro cocido al sol. La cerámica tuvo un gran desarrollo desde la cultura Ubaid, pero el fenómeno más interesante es el de las tablillas de barro cocido donde aparece la escritura cuneiforme. Como toda civilización antigua, la cultura mesopotámica responderá a su religión. El arte alcanzará efectos decorativos por sí mismos, pero estará al servicio de la religión. Por tanto, no es una necesidad de la belleza la que determina el desarrollo de este arte, sino el propio sentido utilitario. Se confeccionan amu-letos o talismanes que reproducen figuras para encarnar a los “buenos” espíritus capaces de rechazar a los “malos”. En los edificios destinados al culto aparecen representados igualmente las divinidades de su panteón y los animales que esperan capturar durante la cacería. Sin embargo, durante el período asirio el arte tomó una nueva orientación en la que las escenas religiosas se permutan por representaciones laicas de reyes en los muros de sus palacios. También se muestran sus campañas y las filas de sus tributarios. Mientras más poderoso sea el rey, mayor será su homenaje a la divinidad. La forma en que se representan las obras de arte en Mesopotamia obedece a reglas convencionales. Sus pobladores no conocían la perspectiva y las mayores dimensiones correspondían a los más encumbrados personajes; los dibujos quedan descompuestos en sus elementos y el espectador les contempla siempre como si se hallara situado delante de ellos. Por lo general, la figura humana aparece de perfil y el tórax de frente. Los escorzos son muy raros. Las piernas aparecen de perfil y los pies situados uno detrás de otro en el mismo plano. Los brazos se presentan muy visibles, los ojos de frente y la barba cuadrada en un rostro perfilado. Uno de los aspectos más sobresalientes de la cultura mesopotámica es su escritura que se plasmaba en tablillas de barro de diversos tamaños con un escarpelo en forma de cuña. De ahí deriva el nombre de “cuneiforme”. Estas tablillas relatan los hechos históricos, las imágenes geográficas, las transacciones comerciales, enumeran los botines de guerra y los inventarios de templos por lo cual poseen un valor inestimable para los arqueólogos. La exposición de Arte de Asia Anterior está organizada en cinco núcleos: Cultura Ubaid, Cultura Sumeria, Cultura Babi-lónica, Cultura Fenicia y Cultura de los Partos. NÚCLEOS CULTURALES CULTURA UBAID Se desarrolla en Mesopotamia del Sur y posteriormente se difunde hacia el norte y también en territorios de Siria e Irán, entre los años 5000 y 3100 a.n.e. La característica más representativa es la cerámica de pasta fina, de tonalidades ligeramente blanquecinas y decoración geométrica monocroma, negra y en coacciones pardo rojiza. Nuestra colección exhibe dos magníficos ejemplares de vasijas que responden tipológicamente a la cerámica propia-mente denominada de Tell- el- Obeid. Son las piezas más antiguas y los mayores y más valiosos exponentes de la muestra. CULTURA SUMERIA En un principio, hacia el año 3000 a.n.e., la llamada cultura de Uruk fue sustituida por los sumerios al sur de Mesopotamia. Estos pueblos desarrollaron importantes ciudades-estados y extendieron su influencia hacia el norte hasta el siglo XXIV, aproximadamente, cuando el estado acadio predomina bajo el reinado de Sargón y se impone su dinastía. Posteriormente, la invasión de los Guti establece el período de auge de Lagash, al que le suceden dinastías hegemónicas de las ciudades sumerias más importantes: Ur, Isin y Larsa, hasta la instauración del primer imperio babilónico por Hammurabi, entre 1792 y 1750 a.n.e. Durante esta etapa se desarrollaron el comercio, el trabajo de los metales, la vida urbana y lo que es más importante: se inventó la escritura. Nuestra colección incluye exponentes de diversos períodos entre los cuales se encuentran tablillas y conos con escritura cuneiforme, esta-tuillas portadoras de ofrendas y una lámpara, entre otras. Al ser descifrada, la escritura cuneiforme aportó valiosos datos sobre la vida social y económica de estas antiguas culturas. Se pueden distinguir tres tipos de escritura. La más arcaica es la sumeria, la cual aparece en el periodo de Uruk, ca. del 3400-3200 a.n.e. Tiene valor pictográfico e indica los objetos por medio de dibujos muy simplificados y signos diversos que expresan números. Esta primitiva forma de escritura pictográfica evoluciona con el tiempo hacia el sila-bismo. Los otros dos tipos de escritura son la babilónica y la asiría, de raíz semítica y valor silábico. A diferencia de nuestro sencillo alfabeto, la escritura cuneiforme se compone de un gran número de signos que suman cerca de trescientos en la época avanzada, constituidos de trazos en forma de cuñas o clavos realizados sobre la arcilla cruda. Cada uno de estos signos puede ser leído en el texto de dos maneras distintas: como la marca de un sonido -que siempre es una sílaba-, o como el nombre del objeto que originalmente representaba dicho signo. Por tanto, resulta a la vez ideográfica y fonética. CULTURA BABILÓNICA Esta cultura se desarrolla en un período comprendido entre la constitución del primer imperio babilónico hasta la incorporación del imperio neo-babilónico persa por Ciro II en 539. Incluye, por lo mismo, un período que se extiende desde el siglo XVIII hasta el VI a.n.e. El arte del imperio unificado por Hammurabi es la continuación del mismo arte de Sumeria, pero en este período se alcanza un nivel de perfeccionamiento mucho mayor: se corrigen las proporciones humanas; se desarrolla la idea de la perspectiva; el trabajo con los metales alcanza la mayor expresión plástica, y la propia escritura cuneiforme adquiere un carácter silábico. Esta cultura se representa en la muestra por un portador de ofrendas y tres tablillas, dos de las cuales son del período en que reinó Nabuconodosor. CULTURA FENICIA Hacia el siglo XXIV los pueblos fenicios se establecieron en las orillas del Mediterráneo y constituyeron importantes ciudades comerciales. Aunque los fenicios mantuvieron cierta neutralidad sobre la base de tratados con los reinos limítrofes, sus ciudades se vieron ocupadas en numerosas oportunidades por egipcios, mesopotámicos, y asirios. Entre los siglos VIII y VI a.n.e. iniciaron la colonización, a partir de ciudades portuarias, en la cuenca del Mediterráneo occidental y la costa atlántica de la península Ibérica que lucharon poste-riormente hasta ser dominadas por el imperio romano. El fenicio fue un pueblo eminentemente comercial, marino, que estuvo en contacto con numerosas culturas, desarrolló las artes y asimiló características de las regiones con las que estableció relaciones. Inclusive, muchas de las escenas típicas dentro del arte asirio fueron firmadas por artistas fenicios. Uno de sus más importantes aportes es la invención de un alfabeto muy desarrollado que sirvió de base posteriormente al alfabeto griego e ibérico. De esta cultura poseemos varias piezas: una pequeña escultura de león en piedra caliza, un hacha y un anillo en bronce y una pequeña jarra de cerámica con decoración geométrica que pertenecen a la época de la expansión fenicia (siglos Vlll-Vl a.n.e). De una etapa posterior -siglos IV-II a.n.e.- se exhibe también una pequeña cabecita femenina en bronce, la cual presenta una fuerte influencia helenística. CULTURA DE LOS PARTOS En el siglo III a.n.e. estos pueblos conformaron un poderoso reino en la margen del río Tigris, se adueñaron de la ciudad principal de los seléucidas y resistieron victoriosamente a todas las legiones enviadas por Trajano contra ellos. En el siglo III d.n.e. se unieron al imperio persa sasánida. Una lámpara de aceite en cerámica vidriada verde, típica de la cultura de este reino escita, es la única representación de este núcleo.